Tenemos la misma risa, que aunque se exprese de diferentes formas, en el fondo, se dispara con las mismas alegrías; tenemos el mismo llanto que la mayoría de las veces se siente con la misma intensidad y con el mismo dolor.
Todos nos sentimos pequeños ante la muerte, y todos, absolutamente todos, nos emocionamos ante el amor. Y es increíble como al alma no le importan las nacionalidades ni las fronteras; al amor, al dolor y la felicidad poco les importa si eres pobre, rico, si eres político, un doctor o un enfermo. Ante la belleza de un cuerpo o de un alma, ante el roce de las manos de la persona que amas sobre tu piel, el estómago se sume y el corazón se acelera, seas mexicano, árabe, tailandés o hawaiano. El placer de hacer el amor amando, no conoce de religión, de sexos, de edades o de clases sociales. Somos milagrosamente tan distintos y a la vez tan iguales; y sólo estamos aquí de paso, compartiendo nuestra estancia... Nuestra brevísima estancia en esta tierra.
Vamos muy rápido, vamos demasiado rápido, la vida es tan corta y aún así, nos dejamos atrapar por el torbellino de la rutina, nos paralizamos ante una sociedad que nos juzga, nos condiciona y nos condena. ¿Cuántas veces nos damos tiempo para platicar, para conocernos, para compartir algo más que las pláticas triviales y cotidianas? ¿Cuántas veces nos damos el tiempo de sentarnos y aprender de nuestra igualdad y de nuestras diferencias? ¿Cuántas veces nos mostramos como realmente somos; sin máscaras y sin miedos? En cambio, nos alejamos, nos escondemos, nos disfrazamos y nos lastimamos constantemente. Son pocas las ocasiones en las que verdaderamente nos damos tiempo de compartir "apuntes", de comentar lo que se ha aprendido de lo que hemos vivido.
¿No sería maravilloso revisarnos nuestros apuntes? ¿Prestarnos las notas? ¿Transmitirnos las experiencias, miedos amores, frustraciones y anhelos que nos han hecho lo que somos ahora? Y no sólo para dar un consejo, para presumir o para compadecernos, no, al platicar, al expresarnos, nosotros aprendemos de nosotros mismos tal vez más de lo que nuestro interlocutor pueda aprender de nuestras vidas. Porque hablar y platicar de nuestras experiencias desde el fondo del corazón es una manera de hacer resumen, de revisarnos y sobre todas las cosas, de "pasarnos en limpio". Y en la vida hay tantas veces en las que nos vendría tan bien "pasarnos en limpio”
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